Desde ayer en la mañana tengo sentimientos encontrados. Por una parte estoy feliz de poder vivir en una ciudad y un país donde se me respeta como persona, donde a pesar de no estar en un buen momento la gente con un trabajo puede vivir, donde no te matan en la calle para robarte y donde puedes ir al supermercado y conseguir prácticamente lo que quieras o necesites. Sin embargo mi familia y amigos están del otro lado del charco pasándolas negras, aprendiendo a sobrevivir en una lucha de David y Goliat contra un monstruo llamado gobierno, que bajo una mascara de «aquí todo está bien» trata de ocultar una realidad que cada día es más clara por la cual como yo, miles hemos decidido escapar y apostarlo todo en un nuevo destino.
Ayer en las protestas mataron a tres, varios heridos y más desaparecidos. Pero eso es la realidad que vive Venezuela a diario madres que lloran hijos, hijos que lloran padres y si esto es grave, más grave aún es que no hay nadie dentro ni fuera que sea capaz de dar una mano y ayudar a una población completamente pisoteada por un régimen opresor y corrupto.
No estoy seguro que tomar la calle sea la solución correcta para salir del gobierno, solo espero que esos estudiantes que sufrieron ayer, que sufren hoy y seguramente sufrirán mañana, no sufran en vano. Que si ellos fueron valientes para poner el pecho y dar la vida por una causa que consideran justa, no queden en el abandono, no sean una estadística más, un nuevo motivo para llorar.
A los que lean esto y están fuera de Venezuela ayuden a los que están dentro, hagamos eco de las noticias que internamente no pueden tener, porque los medios de comunicación no pueden informar, seamos activos en la medida de lo posible ayudando sirviendo de observadores y comunicadores. A los que están dentro si la solución que queda es estar en la calle, aguante, organización y fuerza de voluntad.
Yo por mi parte sigo estando dividido, con el cuerpo en Madrid, el corazón y el alma en Venezuela.
No importa que tan lejos estemos si cuando pensamos en ustedes se nos arruga el corazón y nos entran las ganas de llorar de rabia, impotencia o nostalgia, eso solo significa una cosa. Aunque estemos lejos seguimos siendo VENEZOLANOS.
YO